La impresora 3D y todo el potencial que tiene para ofrecer todavía sigue siendo una novedad para muchas personas, sin embargo esta tecnología posee más de 30 años de antigüedad. La primera máquina fue creada en 1984 en California (EEUU) por el ingeniero oriundo de Clifton, Colorado Chuck Hull, que desarrolló en esa época la esterelitografía, tecnología precursora de lo que tenemos hoy como impresión 3D.
El inicio
Graduado de la Universidad de Colorado en 1961, Hull en los años 80 trabajaba en el desarrollo de lámparas para la solidificación de resinas. Él usaba la luz ultravioleta para colocar capas finas de plástico sobre mesas y otros objetos para la producción de piezas plásticas, pero se vio frustrado tras esperar dos meses por la solidificación de las piezas. Razón suficiente para concebir su idea revolucionaria: si pudiese colocar millares de capas finas de resinas unas sobre otras y al mismo tiempo estampar su forma usando la luz sería posible obtener objetos tridimensionales ¡Eureka!
Los primeros pasos de Chuck Hull
Hull pasó un año desarrollando en laboratorios su invento hasta llegar a un sistema novedoso, donde la luz incidía sobre un tanque de fotopolímeros (material que cambia de estado líquido a sólido cuando la luz incide sobre él) y dibuja la forma de un nivel del objeto a ser construído. Fue a partir de ahí que descubre que la impresión es entonces hecha capa por capa hasta que esté concluido el proceso. En 1986, el ingeniero funda su propia empresa 3D Systems y patenta su invención.
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En busca de financiamiento y consumidores del producto, consigue el presupuesto necesario y en 1988 lanza la primera versión comercial de la tecnología. El éxito de la máquina fue tan bien acogido durante las décadas que siguieron, que sectores como aeroespacial, salud y automotriz incorporaron la impresora 3D en sus procesos productivos, mostrando la funcionalidad y eficiencia de la invención de Hull.
Evolución
Chuch Hull pensaba que la tecnología de impresión 3D demoraría entre 25 y 30 años para ser accesible al público en general. No se equivocó. Todavía en los años 90, era necesario gastar por lo menos cifras cercanas al millón de dólares para adquirir una máquina. Hoy el panorama es muy diferente, gracias a su desarrollo continuo y la existencia del open source que han garantizado que sus costos de fabricación y los límites de uso útil de la máquina se reduzcan.
Empresas como makeR en Colombia profundizan en la investigación y desarrollo de la tecnología de impresión 3D en el país y América Latina.
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Fuente: Wishbox Technologies