La llegada de las impresoras 3D al mercado ha revolucionado el mundo de la creación y ha dado rienda suelta a la creatividad. Objetos que antes parecían imposibles de fabricar, a día de hoy son impresos con estas máquinas, y aunque en sus inicios únicamente se usaban para fabricar objetos pequeños como juguetes o pequeñas piezas, hoy en día una impresora 3D es capaz de imprimir muebles, comida o prótesis.
Además de imprimir una gran variedad de objetos, a partir del trabajo colaborativo mundial de una comunidad llamada RepRap, se han creado impresoras de bajo coste y muy fáciles de montar. Incluso niños de menos de 10 años son capaces de crearlas en talleres dirigidos.
Alejandro Lozdziejski, ingeniero informático de 29 años y experto en impresoras 3D, decidió un día comprarse un kit para crear este tipo de impresoras y lo disfrutó tanto que quiso seguir trabajando en ello: “decidí que quería seguir haciendo eso pero en mayor escala y empecé a investigar sobre las posibilidades de que fuera un negocio sustentable”, explica en el periódico BBC Mundo.
Lozdziejski asegura que lo que busca con su impresora es que la gente vea cómo funciona y aprenda de ella, y es por eso que el aspecto físico de ésta se diferencia de muchas otras, que tapan el cableado con cajas metálicas o añaden otros adornos que no aportan ninguna funcionalidad. De hecho, su impresora es una modificación de un modelo francés, caracterizado por su simplicidad y llamado Smartrap.
Sumado a su sencillez, la impresora tiene capacidad para imprimir partes de otras impresoras y, por tanto, puede ser clonada parcialmente y abaratar así su producción.
Aunque hay varios tipos de impresión 3D, el equipo de Lozdziejski trabaja con una rama que se llama FDM. Este proceso consiste en fundir el plástico, que es la materia prima y hacerlo pasar por un extrusor que lo va dipositando en una superficie plana. Según palabras del propio creador en el diario BBC Mundo: “es un proceso capa a capa, o sea, una vez que se termina determinada capa, el extusor sube una pequeña distancia y comienza a depositar (o inyectar) el plástico en la capa superior hasta que se completa el modelo que se ordenó imprimir por computadora”.
Los jóvenes creadores de esta impresora aún quieren ir un paso más allá: quieren crear su propia materia prima a partir de botellas de plástico.
Buscan crear un proyecto sostenible, así que lo que querrían conseguir es que cada persona, además de su impresora 3D, pueda tener su propia máquina para reciclar el plástico y convertirlo en materia prima para las impresoras.
En la misma línea, Lozdziejski cree que es importante aprender de esta tecnología porque tiene el potencial de cambiar los patrones de producción y consumo a nivel global, ya que fabricando nuestros propios objetos se conseguiría independencia a la vez que ahorro energético del transporte.
Otro interesante aspecto de este proyecto es el interés por su papel en la educación. Los creadores creen que la impresora 3D es una herramienta muy útil en las escuelas: “ creemos que es una herramienta para motivar a los niños a aprender de varias disciplinas: geometría (por el movimiento de los ejes), robótica (por el control con los motores), física (por las gráficas de temperatura para derretir el plástico) y modelado 3D (por el diseño de piezas)”, asegura Lozdziejski.
Fuente original: enpositivo.com